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Una mosca

-¿Sabes qué? La mosca aquella que te dije que entró a casa, aún está allí.

-Todavía?

-Aún está. Le echo flusflús y no se muere.

-No le eches que no se va a morir… ¿Sabes quién es, que te lo dije el otro día?

-¿Mi marido?

-Esa mosca es tu marido que ha venido a visitarte.

-Ay, cómo me acuerdo de él… El otro día soñé con él, que venía y nos íbamos a bailar. Mira, me dan hasta escalofríos.

-Claro.

-Madre mía, con lo bueno que era… Lo que daría por poder volver a abrazarlo.

-Tienes que pensar que ya no está.

-No, claro que no está. Si se quemó. Que fuimos a tirar las cenizas al mar…

-Pues eso.

-Pero, ¿una mosca? ¿Tú crees?

-Nena, esa mosca es tu marido, te lo digo yo.

-Anda, qué ocurrencia… Bueno, ¿entonces esta tarde vas a bailar con el del otro día?

-Bailaré, pero ya le he dicho que no pienso bailarlas todas con él, que bailaré las que me apetezca, y las que no, pues que baile él solo o que se busque a otra… A ver si se piensa…

-¿Qué? ¿Que por bailar con él te lo vas a llevar a casa?

-Sí, eso me faltaba, jajaja…

-Dale al timbre, que nos bajamos en la siguiente.

-Calla, casi se me pasa.

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Flir Dais. Fer Deis. ¿Fir… “Dates”? EL PROGRAMA ESTE DE LAS CITAS.

Hay algo que me llama la atención poderosamente, me tiene enganchado, alucinado, flipado y muchas cosas más terminadas en -ado, y es el programa de Cuatro “First Dates”. Más que un programa ya es un fenómeno social, algo hipnótico… ¿Sabes cuando vas por la calle y ves a alguien mirando el móvil y por el mismo ensimismamiento está a punto de pegársela con una farola, de meterse en el alcorque de un sauce llorón o, en el peor de los casos, de ser atropellado por un autobús? ¿Y qué hacemos ante esa situación? Exactamente, lo que haríamos todos: observar atentamente y disfrutar de la hostia. Y si pudiera ser con palomitas y un mando a distancia para hacer replay a cámara lenta, mucho mejor. Pues eso es First Dates, un montón de gente camino del vacío, y nosotros esperando para disfrutar cómodamente de la caída, en HD y con sonido envolvente. Para los no iniciados, decir que First Dates consiste en que gente sin pareja, y con las más diversas y (salvo honrosas excepciones) extrañas personalidades, va a un “restaurante” a conocer a otra persona que el programa ha decidido que podría ser su pareja ideal. También hay que decir que en ocasiones sería más fácil que un mono con una máquina de escribir y los ojos vendados escribiese El Quijote que el hecho de que algunas de las parejas congenien. Yo creo que hay un “topo” infiltrado en el equipo de selección al que se la suda todo y propone las parejas más extravagantes: “Venga, a este que dice que le gusta la música clásica, los madrigales renacentistas y coleccionar sellos lo vamos a juntar con esta poligonera amante del reggaeton, el electro latino y las siete películas de Fast and Furious… Buuuuuuum, in your fucking face, Cupidooooooo…”.

Antes de entrar a plató, se emite un vídeo con una presentación de cada espécimen, o sea, de cada persona que va al programa. Y ahí ya entramos en el trending topic de las obviedades: El rey de los lugares comunes es ser “amigo de sus amigos”. Porque claro, decir en la tele que eres enemigo de tus amigos quedaría muy mal, y tampoco es plan. Otros requisitos en cuanto a cómo les gustaría que fuese su cita, son “que tenga un buen culo”, “que esté fuerte”, “una mujer con curvas”, o (y sí, esto lo he escuchado de boca de una persona que en apariencia parecía normal), “busco un hombre que me sepa poner en mi sitio”. Ignoro si el sitio al que se refería esta señorita era una charla sobre la igualdad entre sexos, pero no lo descarto.
Mención aparte, un tema que a mí me trae de cabeza: las edades. Sí, porque hay dos opciones: o la gente está peor de lo que aparenta, o mienten mucho con la edad. Bueno, también hay una tercera opción: cuentan su edad en años de perro y por cada año que tienen realmente, se cuentan siete. Sólo de esta manera se puede entender que gente con las caras atravesadas por unos surcos que ríete tú del cañón del Colorado digan sin ponerse de tal color que tienen “35 años”. Que una cosa es quitarse un año o dos, y otra que te hagas pasar por poseedor del Carnet Joven cuando la realidad es que estás a punto de echar la solicitud para el Abono Oro…

Con estos mimbres, ¿qué podría salir mal???, os preguntaréis. Os lo digo yo: que la cita vaya bien. Si, que la cita vaya bien, que sean dos almas gemelas y conecten desde el primer momento. ¿Por qué? Porque lo que mola es que se caigan mal, que se tiren puyas, que disimulen que el otro les parece un completo inepto…Creedme, he visto a gente en First Dates haciendo cosas que no creeríais… He visto disimular que su cita les caía como el culo, mejor que algunos de esos que cuando se acerca el captador de Aldeas sin Fronteras con el chaleco naranja, se ponen a hacer como que están hablando con el móvil (que yo no lo he hecho, ¿eh?, me lo contó el otro día un amigo…). Y después de la cita… llega el momento de la verdad. Sentarse frente a frente (más bien uno al lado del otro) y decidir si quieren tener una segunda cita con esa persona que acaban de conocer, y con la que han compartido un mojito (por cierto, hay que ver lo que bebe la gente antes de cenar. Claro que con lo que se les viene encima, tampoco me extraña…). Y es en este momento cuando la gente saca su mejor argumentación dialéctica con tal de decirle al otro que no te apetece tener una segunda cita, que no tiene ganas de tocarle ni con un palo y que más vale solo que mal acompañado… Es el momento del PERO y del COMO AMIGO. “Me lo he pasado muy bien contigo, eres una persona estupenda, PERO no te veo como pareja. Pienso que podríamos llevarnos muy bien COMO AMIGOS, PERO para tener una relación no”… Algunos lo complementan con un “Si vienes algún día donde vivo, nos tomamos una cerveza…”, que sólo les falta decir “-Ya te llamo yo si eso… -Pero si no te he dado mi teléfono. -No, si ya…”. Y es que, si encontrar pareja ya es algo complicado de por sí, con cámaras de por medio y retransmitido para toda España, mucho más, que ya sabéis que la tele engorda. Pues nada, yo me voy, que… A ver, habéis sido unos lectores estupendos, y yo os quiero mucho, pero… SÓLO COMO AMIGO. ¡¡¡Nos vemos!!!

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A ojos de un niño.

Llevaba toda la tarde eligiendo las palabras, imaginando el momento, ensayando cómo se lo diría. Era algo tan importante que no podía dejar nada a la improvisación. Quizá era lo más delicado que tendría que explicarle en toda su vida. A su niña, la que le había llenado de orgullo desde que nació. ¿Qué pasaría si no lo comprendía? ¿Y si cuando se lo contase cambiara su relación? Pero no podía ocultárselo más, no debía.

Tocaron al timbre, debían de ser ellas. Respiró hondo, se acercó al telefonillo y lo cogió.

-¿Si?

-Somos nosotros, abre.

Presionó el botón del telefonillo y esperó a que subieran. Ya no había marcha atrás. Pero se había acostumbrado a esa sensación hacía ya mucho tiempo. Escucho sus pasos y abrió la puerta. Marta, su apoyo desde el principio, le sonrió, le dio un abrazo y acto seguido él se agachó para recibir el de Marina, que se colgó de su cuello al grito de «¡Papaaaaaaá!!!».

Marta le puso la mano en el hombro, le volvió a sonreír y se despidió de ambos.

-Vuelvo en un rato, ¿de acuerdo?

-Marta…

-¿Si?

-Gracias por estar ahí siempre.

-No me las des. Venga, hasta luego. ¡Hasta luego Marina!

-¡Adios mamá! -respondió Marina sin soltarse del cuello de su padre-.

Marina ocupó el sillón al que le gustaba subirse para ver la tele, para jugar, para leer o simplemente para hablar con su padre, como ahora.

-Marina, tú igual no lo entiendes, pero me gustaría que supieras que papá siente cosas por dentro que le hacen sentir como si por fuera llevase un disfraz.

-Como cuando yo me disfrazo de médico en el cole.

-Si, más o menos así. Lo que quiero decir es… Marina, esto es muy difícil para mi. Papá realmente se siente… una mujer.

-¿Como mamá?

-Si, como mamá. No me gustaría que te sintieras mal con esto, y que llegaras a comprenderlo. Yo solo quiero que…

-Papá…

-Dime cielo.

-¿Has pensado ya qué nombre te vas a poner?

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microrrelatos, Relatos

Guárdame el secreto

ojos_de_gatoDesde una viga del techo observaba divertido la situación. Mamá buscaba dentro de un armario, papá se agachaba para mirar debajo de la cama y su hermana pequeña gritaba su nombre haciéndose altavoz con las manos. Él, desde su atalaya, no paraba de sonreír. Tommy, el pequeño cachorro de la familia que convivía con ellos, se acercó como un experimentado equilibrista por la viga y le observó con seriedad. El gato se llevó el dedo a los labios y susurró: “No digas nada humano, llevamos tres horas jugando al escondite y aún no me han encontrado…”.

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Recuerdos, Relatos

Hablo de ti

8C1895B5-7DF2-4F62-A23D-402367311AADHablo de ti, pero sin pena. Sencillamente, hablo de ti. Estos días he pasado, con el coche, por la orilla de la playa donde solíamos ir a pescar tú y yo, y aunque todo ha cambiado, parece que todo siga igual. La vía del tren por la que teníamos que cruzar para llegar a la orilla. Las mismas rocas por las que caminaba, primero cogido de tu mano y luego, cuando ya sabía que yendo detrás de mí nada podría pasarme, a unos metros de ti. El olor del mar era exactamente el mismo, y la brisa que me rozaba la cara era la misma de entonces también. Y llegábamos al borde de las rocas y me decías “Vamos a echar las cañas aquí”. Y yo sonreía, y empezaba a montar las cañas, a colocar el cebo como tú me habías enseñado. Ya no hacía sol pero yo iba con mi gorra verde, ¿te acuerdas?, y tú, porque en todo hay grados, con tu gorro de pescar. Ese gorro que luces en tantas fotos, que ahora guardo yo y que de vez en cuando miro con un sentimiento de nostálgico cariño. Y una vez lanzadas las cañas, una vez colocadas en sus soportes (y después de que, por qué no decirlo, alguna vez te “enfadaras” conmigo porque el hilo de mi caña se cruzaba con el tuyo), una vez hecho todo esto, decía, y nos sentábamos uno al lado del otro, y hablábamos. Me contabas cosas que ahora, cuando las relato yo a alguien, me hacen sentir que me las decías precisamente para eso, o quizá la distancia me hace verlo ahora así, qué se yo… Yo te miraba, sonreía y te preguntaba. Te preguntaba mucho. Te preguntaba sobre todas las cosas que se me ocurrían, y tú nunca me negaste una respuesta a nada. Me enseñaste a ser curioso, a preguntarme el por qué de las cosas, y sobre todo, me enseñaste a ser una buena persona. ¿Quién diría que hacías todo aquello cuando nos íbamos a pescar juntos, verdad? Y al final de la noche, con más sueño que peces en el cubo de las capturas, volvíamos a casa. Felices. Así pasó aquel tiempo, o así lo guardo en mi memoria y así me gusta recordarlo. Y ese recuerdo se aviva ahora que hablo de ti. Hablo de ti, pero sin pena. Sencillamente, papá, hablo de ti.

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Relatos

Guardagujas

Vía 2Andén_3_Estación_de_Burgos

Atardece en la ciudad. A esta hora, el sol proyecta formas entre las columnas mientras él recorre el andén arriba y abajo, observando a intervalos irregulares el gran reloj que preside, como una figura religiosa en una catedral, el espacio central de la estación. Camina decidido  con el móvil pegado a la oreja. Su voz se mantiene en un tono discreto salvo en ciertos momentos en que pone más énfasis en lo que dice, gesticula moviendo el brazo que le queda libre y hace que la gente que pasa por su lado se le quede mirando… En su juventud debió ser un hombre atractivo y eso se nota. Si Neruda no hubiese llamado a sus memorias «Confieso que he vivido» serían unas palabras que no nos extrañaría escuchar salir de sus labios.

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